lunes, 30 de julio de 2007

Los héroes gallegos de la fosa atlántica

Miembros de las expediciones del "Xurelo", "Pleamar" y "Arousa I" rememoran la lucha contra los vertidos nucleares hace 25 años.

La misma madrugada en la que el chapapote del Prestige llegaba a las costas gallegas en noviembre de 2002, se hundía en el puerto de Ribeira el Xurelo, embarcación pesquera que simbolizó la lucha ecologista en los ochenta contra los residuos nucleares lanzados a la fosa atlántica. A este navío se sumaron al año siguiente el coruñés Arosa I y el Pleamar, que partía de Vigo para realizar una hazaña que todavía está presente en los recuerdos y en las conversaciones de aquéllos que protagonizaron una batalla que movilizó a toda Galicia.
Todo comenzó en septiembre de 1981. La organización ecologista Greenpeace se disponía a enviar al navío Sirius a la fosa atlántica, para impedir que dos barcos holandeses arrojaran 6.800 toneladas de residuos nucleares. Pero la embarcación sufrió una avería, por lo que pidieron ayuda a Esquerda Galega para llevar a cabo la misión. Este partido político escogió el barco Xurelo. El por aquel entonces teniente alcalde de Vigo Francisco García, recuerda así el inicio de esta aventura: "Cuando decidimos llevar este barco nos preguntamos qué íbamos a hacer allí con un barquito de madera que medía unos 23 metros". Pero era algo más que eso, porque su tripulación estaba formada, según su capitán Ángel Vila, por "personas que nunca fueran al mar y aún así querían ir, a pesar de los mareos, dando el callo con toda su voluntad".
"El viaje sería medio clandestino", explica el patrón, así, en septiembre de 1981 partían desde Ribeira. "Desde la comandancia de marina nos amenazaron con hacernos volver a tierra. No teníamos ni cartilla de navegación ni permiso para alejarnos tantas millas mar adentro", relata el teniente de alcalde de Moaña en aquellos días, Manuel Méndez. Pero el capitán iba apoyado por su cofradía. Después de negociar pudieron seguir su camino.
Encontrar a los cargueros holandeses no iba a resultarles sencillo. El capitán del Xurelo sin medios y siguiendo la referencia de la costa logró localizar a los cargueros holandeses gracias a trucos y suposiciones, pintando en las cartas marinas con el cartabón donde intuían que estaban. Manolo Méndez recuerda los turnos de guardia para vigilar el radar y la alegría que se llevaron cuando vieron que se acercaban a dos "puntitos" que navegaban en paralelo. Estaban solos en el mar ante dos gigantes que iban escoltados por una fragata de guerra holandesa. Sólo pudieron echar una corona de flores al mar y cantar el himno gallego, además de intentar ponerse en contacto por radio con otros barcos para que los apoyaran en su lucha. Y así volvieron a tierra donde fueron recibidos como héroes.
Al año siguiente junto al Xurelo partieron de nuevo hacia la fosa atlántica el Pleamar fletado por Vigo y el Arosa I de A Coruña. Mar adentro les esperaba el Sirius. "Cuando Carlos Vázquez comenzó a urdir la idea de volver a enviar al Xurelo pensamos que la gente se iba a reír de nosotros", comenta Francisco García. Mientras, el pesquero Pleamar se dirigía lentamente hacia donde el Sirius los esperaba. En ese viaje el capitán mercante Estanislao Fernández empezó a "valorar de verdad" el trabajo de los pescadores porque el Pleamar "era como una cáscara de nuez en medio del océano". Todos iban mareados, pero la conciencia de embarcarse por una causa justa les animaba a seguir. Cuando llegaron a la fosa atlántica, el Sirius los recibió con una bengala roja. A pesar de que los nuevos cargueros intentaron esquivarlos, consiguieron dar con ellos.
"Me encontraba mareada y sentía cucarachas andando por mi cabeza, pero todo eso no era nada comparado con la sensación de impotencia que tuve cuando vi a los cargueros, y me pregunté cómo los gobiernos podían permitir eso", relata la ex concejala de Vigo María Arán. Al llegar al lado del Sirius hicieron un intercambio de tripulación. El ex alcalde de Vigo Manuel Soto subió a bordo del barco de Greenpeace. Allí los ecologistas se "pusieron en contacto por megafonía con el capitán del barco holandés Scheldeborg, para explicarle quién estaba allí". "Le dije lo que sentía, y el daño que estaban haciendo con todos esos vertidos", recuerda Manoel Soto.
La victoria
Parecía que no había respuesta, pero el capitán del carguero holandés llamó al Sirius, y dijo unas palabras que Soto asegura no poder olvidar: "Respeto su lucha, y me siento solidario con el mundo, independientemente de mi profesión, por lo que hoy no habrá vertidos."
Era la primera batalla ganada. Su misión allí era evitar que se lanzaran los bidones. Se subieron a una zodiac desde la que acosaban a los cargueros holandeses moviéndose hacia delante y atrás para situarse debajo de las grúas. Los bidones les caían cerca, porque habían reanudado su trabajo.
Pero tenían que regresar a tierra. Francisco relata que en una maniobra peligrosa del Arosa I, éste se averió. Al Pleamar no le quedó más remedio que remolcarlo. "El cabo de arrastre se rompió varias veces, dos marineros del Pleamar trenzaron la cuerda otra vez, y volvió a romperse, pero por otra parte distinta". El Arosa I era un barco mayor que el vigués, por eso era difícil tirar por él. A lo lejos vieron la fragata española Lángara, que había ido a vigilar sus movimientos, y que no los ayudó hasta el último momento.
Volvieron a puerto. Todos los tripulantes destacan la convivencia, y la amistad forjada. Un ambiente familiar donde todos luchaban por una causa común: lograr que se prohibieran los vertidos de residuos nucleares en el mar. Y lo lograron. Coinciden en que fue una hazaña que afirman que volverían a repetir sin pensarlo.

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